Take a chance
Santa Cruz despertaba este martes con la música de la lluvia intensa. El día es hermoso—amo los días de lluvia, y el hecho de que estaba de ida a liberar un gato montés de su oficina quizá tenía algo que ver. Me acompañaba Flume con Take a Chance.
Como es costumbre cuando llueve a cántaros, el tráfico citadino disminuye pero se vuelve más caótico. Peor si ya va a ser hora del timbre de ingreso en los colegios. En una paradoja del tiempo—y del clima—, la gente que está más apurada se ve obligada a ir más lento. Live is life.
El tema es que cuando llueve mucho en poco tiempo, algunas calles y avenidas se nos inundan, y la mayoría de los choferes procede a manejar con extrema cautela para que el agua no les ahogue el motor de la movilidad. En algunos casos se ve cómo la precaución se transforma, directamente, en miedo. Hay gente que maneja con tanto temor que van con los ojos casi cerrados, como cuando se espera que suceda algún accidente inevitable. Es tanto lo que lo esperan, que casi que lo invocan (lo manifiestan, dirían algunos por ahí). “Sufrimos más a menudo por lo que imaginamos que por lo que sucede en la realidad”, decía Séneca. “Nos atormenta el presente, o el futuro, o ambos a la vez”.
Desde dentro del vehículo, pareciera que el riesgo es mayor; no es sino hasta que uno presta atención al frente y a los lados que se da cuenta que el nivel del agua no es tan alto, y que no nos vamos a ahogar. Así es la vida.
Julio*